En algunas mujeres, después de los 35 años, se modifica la forma de la menstruación y se producen cambios en los estados de ánimo dados por irritabilidad, nerviosismo, depresión y ansiedad, así como sudoraciones, palpitaciones y oleadas de calor.
La menopausia es una parte normal del proceso de envejecimiento de la mujer. Es cuando los ovarios pierden su capacidad de ovulación, con lo cual desaparece su capacidad para lograr el embarazo y para producir estrógenos en grandes cantidades. A partir de la menopausia, el organismo continúa produciendo pequeñas cantidades de estrógenos en el tejido adiposo. Por tanto, mientras más gruesa sea la mujer al llegar a esta etapa de la vida, mayor será su producción de estrógenos, sintiendo en menor grado las consecuencias del cese de la capacidad reproductiva.
Los músculos púbicos pierden tono y la vagina, el útero o la vejiga pueden "salirse" de su posición. A esto se le llama prolapso vaginal, prolapso vesical o prolapso uterino, dependiendo de cuál estructura colapse. Un prolapso de cualquiera de estas estructuras puede aumentar el riesgo de problemas como incontinencia por estrés (filtración de la orina).
Se puede presentar irritación de los genitales externos (prurito vulvar). Las paredes vaginales se adelgazan y se secan y se pueden irritar (vaginitis atrófica). La relación sexual se hace molesta para algunas mujeres (dispareunia). Los microorganismos vaginales normales cambian y hay un aumento del riesgo de infecciones vaginales por levaduras.
Cambios similares en la vejiga y la uretra pueden incrementar síntomas como la frecuencia y urgencia urinaria, y hay un aumento del riesgo de infección del tracto urinario después de la menopausia.